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Atrapados, pero no rendidos: la histórica expedición polar de la URSS que se negó a morir y marcó un hito eterno del heroísmo

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Varada durante dos meses en un témpano a la deriva, la tripulación del Cheliuskin organizó un campamento en el hielo con una barraca, una panadería, un aeródromo e, incluso, la redacción de un periódico mural. Además, continuó con sus observaciones científicas.
Atrapados, pero no rendidos: la histórica expedición polar de la URSS que se negó a morir y marcó un hito eterno del heroísmo

Hace más de 90 años, concluyó en el mar de Chukotka la operación de rescate de los miembros de la arriesgada expedición ártica a bordo del barco de vapor soviético Cheliuskin, que marcó uno de los hitos clave en la exploración de esa extensa y remota región por parte de la URSS. 

Millones de personas en todo el mundo siguieron el destino de la tripulación, que tuvo que pasar dos meses en un témpano de hielo durante el invierno polar. Mientras, sus rescatadores, los pilotos polares, se convirtieron en los primeros Héroes de la Unión Soviética.

Exploración del Ártico, una tarea de suma importancia nacional

Después del fin de la guerra civil y la fundación de la URSS en 1922, el Gobierno soviético confirmó las disposiciones de documentos anteriores del Imperio ruso sobre la pertenencia a la nación de todas las tierras e islas que constituyen la prolongación septentrional de la meseta continental siberiana. Por ese motivo, las primeras expediciones polares se encargaron de izar la bandera roja sobre esas tierras prácticamente deshabitadas para demostrar la reivindicación del país sobre los vastos territorios del océano Ártico.

Posteriormente, se sumaron los objetivos prácticos, en particular, cobró mayor importancia la Ruta Marítima del Norte (RMN), la vía de navegación más corta que conecta la Rusia europea con el Lejano Oriente. A pesar de que la RMN tiene la mitad de distancia que la ruta del canal de Suez, presenta sus inconvenientes, el principal de los cuales es el desfavorable clima ártico: la navegación marítima sin rompehielos solo es posible durante 3 o 4 meses al año, e incluso entonces únicamente en ciertos tramos.

Así, en 1932, el científico, explorador y director del Instituto Ártico de la Unión Soviética, Otto Schmidt, lideró la primera expedición de la historia en recorrer toda la RMN, desde la ciudad de de Arjánguelsk hasta el estrecho de Bering, en una sola navegación (sin invernar, en un solo verano boreal) a bordo del rompehielos Alexánder Sibiriakov.

Sin embargo, durante la travesía, el barco perdió parte del eje de la hélice y la propia hélice en el hielo del mar de Chukotka. Al quedarse sin propulsión, la nave comenzó a derivar, pero la tripulación logró montar unas velas improvisadas bajo condiciones extremas y llevarla hasta aguas tranquilas en la parte norte del estrecho de Bering, desde donde fue remolcado a Petropávlovsk-Kamchatski. A pesar de no llegar nunca a Vladivostok, el viaje fue un rotundo éxito, reconocido personalmente por el entonces líder de la URSS, Iósif Stalin. Schmidt recibió su primera Orden de Lenin, la más alta condecoración civil, mientras que la exploración del Ártico se convirtió en una prioridad nacional, al igual que la exploración espacial lo sería en las décadas de 1950 y 1960.

Para impulsar el desarrollo de la RMN, se estableció en diciembre del mismo año la Dirección General de la Ruta Marítima del Norte, dirigida por el propio Schmidt. Su misión era "establecer definitivamente la Ruta Marítima del Norte desde el mar Blanco hasta el estrecho de Bering, equiparla, mantenerla en buen estado y garantizar la seguridad de la navegación". Se decidió llevar a cabo una nueva expedición con el fin de recorrer la RMN en un único y corto viaje de verano y obtener experiencia en la navegación de la vía con un barco de transporte no rompehielos.

La travesía del Cheliuskin y su deriva inesperada

Para la segunda expedición, también encabezada por Schmidt, el Gobierno soviético asignó una embarcación de 'lujo': un buque de carga y pasajeros completamente nuevo, construido en Dinamarca y adaptado para la navegación en hielo. Tras su botadura, se le bautizó como Lena, ya que fue diseñado para navegar entre la desembocadura del río Lena y la ciudad de Vladivostok. Fue también bajo este nombre que el barco realizó su viaje inaugural a Leningrado (ahora, San Petersburgo). Posteriormente, fue rebautizado en honor de Semión Cheliuskin, un marinero ruso y explorador del Ártico del siglo XVIII que descubrió el punto más septentrional del continente euroasiático. 

Сomo el Cheliuskin se enfrentaba a tareas mucho más complejas que las que había afrontado anteriormente el Sibiriakov, se le asignó un avión de reconocimiento de hielo Sh-2 a bordo con el experimentado piloto polar Mijaíl Bábushkin, así como el rompehielos Krasin para guiarlo a través del hielo pesado.

El 10 de agosto de 1933, el barco de vapor zarpó de Múrmansk rumbo al este, a Vladivostok. El explorador polar Vladímir Voronin, quien tenía una opinión desfavorable del rendimiento del nuevo buque en el hielo, se convirtió en su capitán. A bordo había más de 100 personas (entre ellas mujeres y niños): 53 tripulantes, 29 participantes en la expedición, 18 invernantes de la isla de Wrangel y 12 constructores. También llevaba casi 3.000 toneladas de carbón, 500 toneladas de agua, provisiones para 1,5 años, suministros para la isla de Wrangel para 3 años, así como 26 vacas y 4 lechones. 

Al principio, todo fue bien: el Cheliuskin siguió la ruta prevista. Sin embargo, tan pronto como entró en el mar de Kara, un sector del océano Glacial Ártico al norte de Siberia famoso por su 'mal carácter', el barco sufrió una deformación del casco y una vía de agua. El 13 de agosto de 1933, se produjo una fuga. La tripulación comenzó a discutir la posibilidad de regresar, pero se decidió continuar con la expedición.

El 21 de agosto, el Cheliuskin tuvo que separarse del Krasin, ya que el rompehielos debía escoltar a un convoy de barcos en ruta hacia el río Lena. El capitán de la nave escribió en su diario:

"A partir de ese momento, la tripulación solo pudo confiar en sí misma. [...] Inicialmente, las condiciones del hielo se mantuvieron generalmente favorables, pero al adentrarse en el mar de Siberia Oriental, con su denso hielo, la tripulación descubrió más daños"

En septiembre, cuando el barco ya se encontraba en el mar del Noreste, sufrió dos abolladuras más en ambos costados a causa de la aparición de hielos pesados. La vía de agua se intensificó. A pesar de ello, a principios de noviembre, la nave había recorrido casi toda la ruta prevista y entró en el estrecho de Bering. El 6 de noviembre, se envió un radiograma a Moscú informando de ese hecho y de que se encontraba en la zona de la islas Diómedes, a unos 20 kilómetros de aguas libres. La información se difundió rápidamente por todo el país.

Sin embargo, los tripulantes del Cheliuskin no lograron navegar libremente hasta Vladivostok, como estaba previsto. El hielo comenzó a moverse en dirección contraria, atrapó al barco, ya bastante dañado, que volvió a ser arrastrado al mar de Chukotka. Como resultado, la nave quedó atrapada en un gran témpano de hielo y estuvo a la deriva con él durante meses. La expedición era consciente de que el hielo podía empezar a moverse en cualquier momento y aplastar al barco, lo que finalmente ocurrió.

La pérdida del Cheliuskin

El 13 de febrero de 1934, como resultado de la intensa compresión del hielo, el costado de babor del buque se desgarró desde la bodega de proa hasta la sala de máquinas. Al mismo tiempo, las tuberías de vapor reventaron. El barco comenzó a hundirse rápidamente hacia proa y se hundió en 2 horas.

El navegante Mijaíl Márkov describió la tragedia así:

"El Cheliuskin se estremeció y retrocedió rápidamente, acompañado por el crujido del hielo. Al observar el movimiento del barco, sentí una punzada de nostalgia. Sabía que algo grande, algo terrible, aunque aún no comprendido del todo, estaba a punto de suceder. El estruendo de las gigantescas crestas de hielo se hizo más fuerte. La cresta, cambiando de perfil, nos abrazó en un semicírculo. Cerró su abrazo sin piedad. Con la misma rapidez, el Cheliuskin se detuvo. [...] El barco se asentó junto a la proa. La presión del hielo cesó. A través de las puertas abiertas de los camarotes, se podía ver el costado desgarrado. [...] En cualquier momento, el agua estaba a punto de inundar la cubierta. La última orden del capitán: '¡Todos al hielo! ¡Abandonen el barco!'"

104 personas lograron salir al témpano de hielo, entre ellas 10 mujeres y 2 niños. Anteriormente, cerca del cabo Cheliuskin, el resto de los miembros de la expedición habían abandonado el barco por diversas razones, principalmente por enfermedad. Los últimos en llegar al hielo fueron el capitán Voronin y el jefe de la expedición, Schmidt. Una persona, el intendente Borís Moguilévich, quien se había quedado en la cubierta del barco, murió aplastada por un barril. Fue la única víctima mortal entre los miembros de la expedición.

Según lo previsto, e incluso superando las expectativas, también se evacuaron alimentos, combustible y materiales de construcción. Schmidt escribió sobre el suceso: "El desembarque se llevó a cabo con gran disciplina. No hubo ni un solo caso de pánico, ni una sola violación del orden".

Al día siguiente, el operador de radio, Ernst Krénkel, se puso en contacto con el continente y se envió un radiograma. Pronto llegó una respuesta de Moscú, firmada por Stalin, el presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, Viacheslav Mólotov, y el comisariado del Pueblo de Asuntos Militares y Navales, Kliment Voroshílov:

"Enviamos un cálido saludo bolchevique a los héroes de Cheliuskin. Seguimos con admiración su heroica lucha... Stalin, Mólotov, Voroshílov"

Escuela de supervivencia en el campamento de hielo

Los miembros de la expedición polar se vieron obligados a pasar entre febrero y abril de 1934 en el témpano. Tras los primeros y más difíciles días, gracias a una minuciosa preparación, lograron organizar, como lo describió el jefe de la expedición, una vida "aceptable" sobre el hielo del océano, en la que todos se esforzaban por hacerla "lo más civilizada y mejor posible".

Schmidt, consciente de que la costa de Chukotka estaba a unos 150 kilómetros de distancia, rechazó categóricamente la idea de cruzar a pie; estaba fuera del alcance de las fuerzas de mujeres, niños y muchos hombres. A los más persistentes y testarudos, les advirtió sin rodeos: "Dispararé...". Entendía perfectamente que cualquier atisbo de pánico y duda debía ser atajado de raíz. La experiencia de las expediciones polares había demostrado que cruzar el hielo a la deriva, incluso para quienes estaban preparados y provistos de equipos y alimentos especiales, era una empresa extremadamente arriesgada. Era necesario esperar ayuda del continente.

En la espera del rescate, se construyó en el campamento de hielo una barraca de madera con los materiales de carpintería rescatados del buque. Se creó una panadería e incluso se organizó la redacción de un periódico mural, llamado '¡No nos rendimos!'. Asimismo, se preparó un aeródromo, a pesar de que el hielo se cubría de grietas, se cubría de nieve y se rompía constantemente. Cuando el hielo destruía una pista, la tripulación despejaba otra: en total, se despejaron cuatro pistas.

La expedición recibía radiogramas en los que se informaba sobre la organización del rescate y todas las medidas tomadas. Como el campamento estaba a la deriva, los pilotos tenían que enviar constantemente sus coordenadas exactas. Por su parte, Schmidt organizaba reuniones para informar a los miembros de la expedición sobre lo que se estaba haciendo en tierra firme para salvarlos, y daba conferencias sobre historia, filosofía, psicoanálisis, música y poesía. Además, durante su estancia en el hielo, la tripulación continuó con sus observaciones científicas.

Heroísmo de los pilotos polares y rescate de la expedición

Todo el mundo seguía el destino de los tripulantes del Cheliuskin. El 15 de febrero, se formó en Moscú una comisión especial de rescate. Se decidió evacuar el campamento por aire. Y si la expedición en sí glorificó a los exploradores polares, su rescate se convirtió en un triunfo de la aviación polar y en una experiencia invaluable sobre el uso de la tecnología aeronáutica en las duras e impredecibles condiciones del Ártico.

El primer avión en aterrizar en el campamento a principios de marzo fue el ANT-4 de Anatoli Liapidevski. La búsqueda se llevó a cabo en condiciones de gran dificultad: era la noche polar, soplaban fuertes vientos, había ventiscas y la temperatura bajaba hasta los 40 grados bajo cero. La aeronave despegó 28 veces en busca de la expedición antes de encontrarla. Además, el piloto logró aterrizar su aparato en una pista tres veces más pequeña de lo necesario. 

Posteriormente, Liapidevski recordaba:

"Llegamos justo al campamento. Podíamos ver claramente el campamento de Schmidt: la torre, las tiendas de campaña, la barraca. Luego vimos una grieta en el hielo que separaba el campamento del aeródromo, y cerca de la grieta había una multitud de gente que intentaba cruzar. Gritaban algo y lanzaban los gorros al aire. Di dos vueltas sobre el aeródromo. Era la primera vez que veía una pista tan pequeña: medía 450 por 150 metros. [...] Aterricé muy bien. Los tripulantes del Cheliuskini estaban cubiertos de vello, barbudos, vestidos con pieles. Luego me rodearon, me abrazaron, y yo pensaba: '¿Cómo salir de aquí?'"

En este primer vuelo se evacuó a diez mujeres y dos niños, pero la vez siguiente falló el motor del avión, y Liapidevski se unió a los habitantes del campamento de hielo.

La evacuación de los exploradores polares se reanudó más tarde, cuando la comisión gubernamental envió tres grupos de aviones para el rescate. El primer grupo —Mavriki Slepniov, Siguizmund Levanevski y Gueorgui Ushakov— fue enviado desde Moscú, vía Europa, el Atlántico y Estados Unidos, hasta Alaska, donde los esperaban dos aviones Flaster adquiridos por el Gobierno soviético.

Así, el operativo de evacuación a gran escala comenzó el 7 de abril. El piloto Slepniov entregó ocho perros de trineo al campamento, que ayudaron a transportar personas y carga desde el campamento hasta el aeródromo. El grupo más numeroso de aeronaves estaba bajo el mando de Nikolái Kamanin.

El 10 y 11 de abril, los pilotos aumentaron la capacidad de pasaje colocando a los tripulantes del Cheliuskin en paracaídas bajo las alas, permitiendo la evacuación de hasta 6 personas por vuelo. Vasili Mólokov llevó a 38 personas a tierra firme y Kamanin, a 34. En total, los pilotos completaron 24 vuelos, rescatando a la totalidad de las 104 personas que habían quedado varadas en el témpano de hielo y habían pasado allí dos meses durante el invierno polar. El 13 de abril, el campamento de hielo dejó de existir.

Regreso a Moscú

Mientras las autoridades soviéticas trabajaban intensamente para rescatar a la expedición, los medios occidentales difundían información inexacta. Así, el diario alemán Völkischer Beobachter afirmaba: "Las medidas adoptadas hasta ahora para rescatar a los tripulantes del Cheliuskin se están llevando a cabo de forma demasiado precipitada y sin un plan. [...] Los aviones se dirigen a una muerte segura, les espera el hielo. Cada aterrizaje es un riesgo y depende de un golpe de suerte". El periódico danés Politiken llegó a publicar que Schmidt había fallecido: "En el témpano, Otto Schmidt se enfrentó a un enemigo que nadie había podido vencer aún. Murió como un héroe, un hombre cuyo nombre perdurará entre los conquistadores del océano Ártico". Sin embargo, todos los pesimistas tuvieron que reconocer que se habían equivocado.

Por su parte, los rescatados, a lo largo de todo el trayecto en tren a través de la URSS, fueron recibidos por enormes multitudes, que los felicitaban en cada estación y les hacían regalos. En todas partes eran honrados como verdaderos héroes y al llegar a Moscú, la capital les saludó con un desfile en la Plaza Roja.

Fragmento del documental 'Crónica de medio siglo. Año 1934' sobre la operación de rescate de la expedición del Cheliuskin

Además, los pilotos que participaron en el operativo de rescate (Anatoli Liapidevski, Nikolái Kamanin, Vasili Mólokov, Sigismund Levanevski, Mijaíl Vodopiánov, Mavriki Slepniov e Iván Doronin) fueron los primeros en recibir el título de Héroe de la Unión Soviética, el más alto título honorario y grado de distinción superior del país. Mientras tanto, los exploradores polares, a excepción de los niños, fueron condecorados con la Orden de la Estrella Roja. También se les entregó la Orden de Lenin a dos mecánicos de vuelo estadounidenses.

Resultados de la expedición

A pesar de que el Cheliuskin no consiguió llegar a su destino final, logró el objetivo principal: demostrar la navegabilidad de la Ruta del Mar del Norte. También se sacaron conclusiones sobre el diseño de los barcos de vapor para el Ártico (ya a finales de los años 1930, se construyó el buque de vapor rompehielos Dezhniov). Además, quedó clara la necesidad de aumentar la flota de rompehielos y la URSS comenzó a aumentar rápidamente su construcción. Hoy en día, Rusia posee la flota de rompehielos más grande del mundo, que incluye varios buques de propulsión nuclear.

También se hizo evidente la necesidad de una fuerza de aviación polar especializada, que se organizó dentro de la Administración de la RMN. Finalmente, los dos meses de existencia del campamento de Schmidt se convirtieron en el preludio del establecimiento en 1937 de la primera estación de deriva, la Polo Norte 1. 

En el plano científico, se investigó ampliamente el mar de Chukotka: sus corrientes, la interacción de estas corrientes, los vientos y la resistencia de la costa al movimiento del hielo. Se obtuvieron resultados de observaciones en hidrología, hidroquímica, hidrobiología, aerología y meteorología, haciendo que el viaje del Cheliuskin y la hazaña de la expedición no fueran en vano.

La búsqueda del hundido Cheliuskin

A lo largo de los años se intentó encontrar el pecio del Cheliuskin, pero siempre sin éxito. En 2006, el barco pesquero Rogachiovo partió hacia el lugar del naufragio con una expedición. Al llevar a cabo una búsqueda exhaustiva, en la 13.ª manga, se descubrieron los restos de una nave. Una vez que se determinó que se trataba del Cheliuskin, comenzaron las inmersiones. Durante varias horas, en aguas gélidas (hasta –1 °C) a una profundidad de hasta 49 metros, se llevó a cabo la búsqueda. La embarcación fue hallada en una capa de lodo de unos 3 metros de espesor, a 13 metros del fondo

Los fragmentos del barco y las muestras de metal encontrados se enviaron a Copenhague, al astillero Burmeister & Wain, donde se había construido el barco. En Dinamarca se confirmó que los fragmentos encontrados pertenecían precisamente al Cheliuskin, cerrando el círculo de su heroica épica.

Hoy en día, no hay duda de que el casco del Cheliuskin se encuentra en el fondo del mar de Bering, al noroeste del cabo Dezhniov. En 2020, una expedición de la Sociedad Geográfica Rusa y la Flota del Norte también logró inspeccionarlo, pero sacarlo del agua sigue siendo complicado debido a las duras condiciones de trabajo del lugar, con hielo a la deriva y agua turbia.

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