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    Heridas del oficialismo y división opositora: lo que dejan las definiciones electorales en Argentina

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    A contrarreloj, el Gobierno alcanzó una sorpresiva postulación de unidad.
    Heridas del oficialismo y división opositora: lo que dejan las definiciones electorales en Argentina

    La definición de las precandidaturas presidenciales en Argentina ordenó el panorama político con miras a las primarias que se realizarán el próximo 13 de agosto, como parte del proceso electoral que culminará con los comicios generales del 22 de octubre.

    El plazo para el cierre de listas de las precandidaturas, que se venció el sábado, obligó a los partidos y a las alianzas a definir nombres y a terminar con la incertidumbre que predominaba en particular en el oficialismo.

    Las negociaciones fueron frenéticas y con un final inesperado. El viernes por la mañana era un hecho que el peronismo gobernante tendría dos precandidatos que pelearían la postulación en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de agosto.

    Así lo habían confirmado a través de videos y eventos públicos el ministro del Interior, Eduardo 'Wado' de Pedro, político apoyado por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner; y el embajador de Argentina en Brasil, Daniel Scioli, quien tenía el aval del presidente Alberto Fernández.

    Las dos postulaciones reflejaban la larga pelea que mantienen el presidente y la vicepresidenta, quienes ni siquiera se hablan desde hace meses.

    Desde la oposición, en particular en la coalición conservadora Juntos por el Cambio, celebraban la división del peronismo porque les daba ventaja para competir.

    Sorpresa

    Pero el viernes por la noche, sin que nadie lo esperara, sin que se hubiera filtrado la información a la prensa local, la alianza gobernante Unidos por la Patria anunció en sus redes sociales que había candidato de unidad: era Sergio Massa, el ministro de Economía. Completaba la fórmula el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, su compañero para la vicepresidencia.

    Los artífices de la negociación fueron los gobernadores de Catamarca, Raúl Jalil; y Santiago del Estero, Gerado Zamora, quienes durante el viernes, en el más completo hermetismo, hablaron por separado con la vice y con el presidente y los precandidatos.

    Reparto de candidaturas al Congreso de por medio, los convencieron de que si iban divididos a las PASO, tenían la derrota asegurada.

    Al principio parecía una 'fake news', ya que apenas horas antes, tanto De Pedro como Scioli habían confirmado sus lanzamientos. Pero un rato más tarde ambos reconocieron que se bajaban de la carrera.

    La sorpresa fue mayúscula. Algunos aliados menores rompieron con el oficialismo con la advertencia de que no podían apoyar a Massa porque no le tenían confianza, porque –a su juicio– representaba al peronismo de derecha. Era su límite.

    Por eso, Juan Grabois, un dirigente social cercano al Papa Francisco, relanzó una precandidatura presidencial a la que ya había renunciado para apoyar a De Pedro. Ahora, él será el contendiente de Massa en las internas, aunque carece de apoyos partidarios y, sobre todo, de una intención de voto competitiva.

    Las heridas en el oficialismo están abiertas. Desde el entorno de Scioli, quien ya fue el candidato peronista que perdió frente a Mauricio Macri en 2015, califican la maniobra como una traición. Incluso su hija Lorena Scioli publicó un post en ese sentido.

    En aras de limar asperezas, el presidente agradeció públicamente la lealtad de Scioli, en tanto que Fernández de Kirchner lo invitó a verse cuando regrese desde Brasil, en donde sigue ocupando la embajada. Igual, reconoció que el candidato que ella hubiera apoyado en caso de seguir divididos, era De Pedro.

    Inquietud

    Ese mismo viernes por la noche, en Juntos por el Cambio se reunieron de urgencia para diseñar la estrategia con la que iban a enfrentar la inesperada unidad del peronismo.

    Incluso se especuló con la posibilidad de que la derecha imitara al peronismo y decidiera presentar una candidatura de unidad, pero fue imposible. Los precandidatos Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de Buenos Aires, y Patricia Bullrich, exministra de Seguridad, no iban a ceder su posición.

    Ahora solo es esta coalición la que va dividida. Además, le ha otorgado de manera involuntaria una ventaja a Massa.

    Hasta hace poco, Rodríguez Larreta era visto como "el moderado" de la derecha, ya que Bullrich ha consolidado su posición de "mano dura" que no duda en celebrar ejecuciones policiales por la espalda o represiones.

    Pero en las últimas semanas, el jefe de Gobierno también radicalizó su discurso para contentar al electorado ultraconservador. En ese equipo también está el precandidato Javier Milei, un político emergente postulado por su propio y nuevo partido, la Libertad Avanza. 

    Así, los dos precandidatos se corrieron hacia la extrema derecha y le dejaron el centro político a Massa.

    El ministro de Economía aprovechará estas semanas que restan rumbo a las primarias para tratar de mostrar capacidad de gestión y, sobre todo resultados.

    Ese es el principal desafío, ya que en principio el oficialismo celebró la unidad, la calificó como una nueva "jugada maestra" que descolocó a los opositores.

    Pero ahora que bajó la espuma, la duda es cuántas posibilidades de ganar tendrá un ministro de Economía que no logró contener la inflación, la devaluación, el endeudamiento y la pobreza. La incógnita se develará en octubre.

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