Alfredo Galán Sotillo es probablemente el asesino en serie más importante de la historia reciente de España, a pesar de que su nombre resulte casi desconocido para los oídos más jóvenes del país.
Sus peripecias duraron apenas unos meses, durante los cuales asesinó a seis personas, se convirtió en un asesino mediático, dejó varios supervivientes por azar y terminó entregándose totalmente ebrio a la Policía Nacional.
Su extraña figura dio lugar a ríos de tinta y en los últimos tiempos incluso un documental. Siempre intentando penetrar en la mente de un hombre que mataba sin ningún tipo de propósito, lo que le hizo ser indetectable para el radar de las fuerzas del orden.
Seis víctimas y tres supervivientes
Su historial delictivo empezó el 28 de enero de 2003, cuando asesinó de un tiro en la cabeza, a modo de ejecución, a un portero de un edificio de un popular barrio de Madrid. Según declararía tiempo después, simplemente quería saber que se sentía al quitarle la vida a otra persona.
El 5 de febrero del mismo año volvió a atacar, en su jornada más frenética. Por la mañana asesinó a un empleado de la limpieza que se encontraba esperando su autobús. Por la tarde entró en un bar de la localidad madrileña de Alcalá de Henares y disparó a todo el que se encontraba por allí. Mató a un joven de 18 años y a una mujer de 57 e hirió de tres disparos a la dueña del local.
Casi un mes después volvió a atacar, por suerte sin éxito. Disparó a un hombre, que acabó salvando la vida, e iba a hacer lo mismo con la mujer que lo acompañaba, pero su pistola se atascó. 11 días después, en Arganda del Rey disparó a un matrimonio y acabó con la vida de los dos.
Asesino mediático
Los medios de comunicación dieron con un apodo que hacía aún más interesante el relato de los crímenes que se iban sucediendo. Le llamaron 'el asesino de los naipes' o 'el asesino de la baraja', unos apodos que nacieron por la casualidad de que junto al cuerpo de la segunda víctima se encontró una carta, la del as de copas.
Galán Sotillo no se enteró hasta un tiempo después, por lo que su tercera víctima no fue hallada cerca de ningún naipe. Sin embargo, cuando descubrió su mote, le gustó, y comenzó a dejar una carta, también de copas, junto a sus siguientes víctimas.
Entrega borracho
Si la historia de sus crímenes resulta cruel, la de su arresto es sorprendente. Después de haber matado a seis personas y tras dos meses y medio de inactividad criminal, Galán Sotillo se presentó ante un agente de la Policía local de Puertollano, su localidad natal, y confesó sus delitos en evidente estado de embriaguez. El agente no le tomó en serio.

Poco después, el mismo día confesó sus asesinatos y que era el asesino de la baraja en la Comisaría de Policía Nacional de la misma población, diciendo que estaba harto de la ineficacia policial como motivo de su entrega voluntaria. En esta ocasión dio un detalle, que las cartas junto a las víctimas tenían una marca, que hizo que los policías le tomaran en serio.
Condena a 142 años
Durante el juicio el acusado intentó desdecirse de su confesión inicial en varias ocasiones, contando relatos que fueron descartados por el tribunal por su inverosimilitud.
Además, indicios y pruebas corroboraban lo que había confesado: se halló un casquillo de la pistola utilizada en los crímenes, ropa usada durante la comisión de los delitos y fue identificado por los supervivientes, entre otras.
Fue condenado a 142 años de cárcel por seis asesinatos y otros tres asesinatos en grado de tentativa y a indemnizar a las familias de las víctimas y a los supervivientes con 600.000 euros. Sin embargo, la normativa jurídica vigente en el momento de la comisión de los delitos supone que permanezca en prisión un máximo de 25 años, por lo que pisará de nuevo las calles dentro de dos.
Un exsoldado sin motivos para matar
Una de las peculiaridades de este caso es que el asesino no tenía ningún motivo para matar, tan solo la curiosidad inicial. Así, las víctimas no tenían nada en común, ni les unía ningún lazo, lo que hacía más difícil el trabajo de las fuerzas policiales.
Tras su captura se supo que en el momento de los crímenes Galán Sotillo tenía 26 años, que había sido soldado durante cinco años y que había servido dos veces en Bosnia. Allí se hizo con la pistola Tokarev del calibre 7,62 milímetros que utilizó en todos los asesinatos, siempre disparando a corta distancia en la cabeza, cuello o espalda.