Los 'martenautas' aprecian ahora como nunca las cosas más simples
Desde que comenzó la misión simulada a Marte en junio de 2010, Diego Urbina y sus 5 compañeros no habían vuelto a ver la luz del sol. El italo-colombiano ha pasado casi 18 meses aislado en tan solo 550 metros cuadrados. Unos días antes de terminar este reto, Urbina explicó qué métodos usaba para poder hacer frente a las situaciones más difíciles de este experimento.
“El ejercicio, de verdad, es muy bueno para tu mente”, dijo. “Te ayuda en los momentos más difíciles a ponerte mejor. Cuando dejas de hacer ejercicio, los momentos difíciles son más difíciles aún¨.
Durante este tiempo, el día a día al que se han sometido los seis voluntarios ha sido espartano. Se despertaban a las ocho de la mañana. Nada más levantarse les realizaban una revisión médica, después desayunaban en grupo, y más tarde hacían diversas pruebas y cuestionarios psicológicos. Los fines de semana desaparecieron del calendario. Según los expertos, la rutina y los posibles roces eran las principales amenazas de la convivencia.
Yuri Bubéev, Director del departamento de psicología de la Academia de Ciencias Rusa, comenta: "Lo que más me preocupaba eran los conflictos personales que podían causar el fin de este experimento. Nosotros intentamos reconocer todos los posibles riesgos que existían e intentamos evitar que las tensiones afectaran al resultado".
Al contrario de lo que pasó en otras misiones simuladas, en donde los problemas en el equipo implicaron la expulsión de varios participantes, estos seis voluntarios han sabido sobrellevar las dificultades que implica un proyecto de estas características. Por ejemplo, solo podían escribir correos electrónicos y mandar videos a sus familiares. No tenían la posibilidad de hablar directamente, ya que existía un retraso de hasta 20 minutos en las comunicaciones al encontrarse supuestamente en el espacio.
Lo más importante, dicen los participantes, era comer en la misma mesa. “La mayoría de nosotros se sienta en la mesa a la misma hora y eso es vital”, opina Urbina.
La comida ha sido el tema más recurrente entre los voluntarios de 4 nacionalidades diferentes durante los 520 días de misión. Según Urbina, el momento más feliz de la misión fue cuando pisó el planeta rojo. A pesar de que era una simulación, su cuerpo, después de 240 días de viaje, no sentía lo mismo.
Suvórov recuerda que en aquel momento el astronauta tenía 160 pulsaciones por minuto, que es aún más que el pulso de Yuri Gagarin, 152 pulsaciones por minuto, cuando, el primer ser humano conquistó el espacio.
Los miembros de la tripulación no solo han tenido que luchar contra la rutina, sino además seguir hábitos poco comunes, como cambiarse de ropa cada tres días o ducharse una vez cada semana y media.
En todo momento, los seis voluntarios han tenido la opción de abandonar la misión ante cualquier problema psicológico. Ninguno de ellos lo hizo y por eso, este experimento ha roto todos los récords de permanencia en un espacio cerrado.
Todos se llevan en su mochila de viaje multitud de experiencias, sobre todo, humanas.
"La gente que se encuentra en la calle, la gente que ve la naturaleza… la gente que ve el sol… A todos les diría que lo aprecien, y creo que yo apreciaré y aprenderé a verlas con distintos ojos cuando salga", comentó un emocionado Urbina.
Según los expertos, el mayor experimento psicológico y físico vivido por un grupo de seres humanos que ha recreado un viaje así ha sido todo un éxito. Y pese a que la monotonía del día a día choca con lo extraordinario de esta misión, lo primero que quiere hacer Urbina al salir de la cápsula es volver a vida normal, que ahora, estará cargada de novedad.