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Perú: los niños de plomo

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¿Qué relación hay entre el desarrollo económico de un país y la salud de su pueblo? En ocasiones ambos factores están estrechamente ligados. Este es el caso de Cerro de Pasco, en Perú, donde desde hace mucho la salud de sus habitantes es el precio a pagar por la explotación minera de sus tierras, sufriendo horribles enfermedades debido a la intoxicación de su sangre con plomo y otros metales pesados y, además, viendo cómo lo que antes era un vergel se convierte en un auténtico infierno.

En Cerro de Pasco, a 4.000 metros de altura en el centro de Perú, la contaminación está enfermando a la gente. Junto al Bosque de Piedras, una reserva natural andina que sirve de hábitat a gran variedad de aves y otros animales, comienzan a sentirse las huellas de la industria minera.

Las lagunas destruidas y las montañas artificiales forman parte del motor económico de Perú. Cerro de Pasco es considerada la capital minera del país, atractivo para los inversores internacionales, donde las empresas dedicadas a este rubro han encontrado múltiples minerales para su exportación internacional.

Esta riqueza significa, a su vez, una condena por contaminación para su población. En los alrededores de la mina Raúl Rojas son muchas las familias que han visto a sus niños enfermar, sobre todo por la presencia de metales pesados en su sangre.

"Hay niños que están contaminados, niños con cáncer, niños con enfermedades que los mismos metales ha ocasionado a los órganos dañados"

Lourdes Mendoza, madre de una niña con cáncer, cuenta su experiencia. "Hay niños que están contaminados, niños con cáncer, niños con enfermedades que los mismos metales ha ocasionado a los órganos dañados. El metal no sale del cuerpo", relata.

Las operaciones mineras en Cerro de Pasco se remontan a la época de la colonia española, cuando comenzó la extracción de cinc, plata y plomo. Este último metal –que afecta permanentemente al cerebro y al sistema nervioso– se ha encontrado en la sangre de gran cantidad de niños y adultos en la ciudad.

La hija de Simeón Martín, Esmeralda, falleció a los 12 años después de contaminarse con metales pesados. En su cuerpo había plomo, mercurio y otros metales que le provocaron una aplasia medular severa.

Martín señala que los síntomas de su hija comenzaron por el sangrado de nariz y después con moretones, primero en los pies, luego en el resto del cuerpo. "El sangrado era más continuo y a chorro. Ahí es cuando ya los metales atacan los organismos, en el caso de Esmeralda, a la médula", cuenta.

"Estamos condenados a vivir así con esta contaminación que perjudica a nuestra población"

Al igual que Martín, gran parte de los pobladores responsabilizan a las empresas mineras. Además, se denuncia que no existe diálogo entre las compañías, el Estado y la población. Se quejan también de la falta de atención médica.

A pesar de que las cifras oficiales indican que hay más de 10 millones de personas expuestas a metales pesados, los reclamos por falta de medicinas para tratar las enfermedades que provocan son constantes.

El viceministro de Salud, Ricardo Peña, sostiene que no se ha primado el desarrollo de las empresas mineras sobre la salud de los habitantes. "Lo que estamos viendo actualmente es que en algunas circunstancias lamentablemente no se ha logrado pesquisar la fuente de exposición", dice.

Sin embargo, en Pasco la gente sabe dónde y cómo se ha contaminado. El director regional de Salud de la zona, Wilde Lavado, reconoce que no hay recursos económicos para realizar análisis y conocer cuántas personas están afectadas.

"No tenemos agua potable, no tenemos buenas carreteras, no tenemos infraestructura adecuada, no hay un centro de desintoxicación, no hay un hospital especializado, no hay políticas de salud para zonas extractivas. Entonces, esa plata, ¿a dónde se ha ido?"

Además, Lavado sostiene que las circunstancias de Pasco suponen que "los pobladores tengan difícil acceso a la salud", incluidos los servicios básicos.

Cerca se encuentra la laguna de Quiulacocha, que se ha convertido desde hace décadas en un centro de desechos mineros. El alcalde del municipio, Paul Cargues Huamán se lamenta: "Estamos condenados a vivir así con esta contaminación que perjudica a nuestra población".

Se trata de un pasivo ambiental creado por una compañía estadounidense, hace más de 60 años, y que fue utilizado posteriormente por la empresa estatal de Perú CentroMin. Aunque otros muchos conglomerados internacionales operan en el país, la mayoría no respeta los estándares medioambientales y de derechos humanos que rigen en las áreas donde están instalados.

"Más de 400 años de minería aquí en Cerro de Pasco. Ahora no tenemos agua potable, no tenemos buenas carreteras, no tenemos buenos centros comerciales, no tenemos infraestructura adecuada para gente que viene de otras partes, no hay un centro de desintoxicación, no hay un hospital especializado, no hay políticas de salud para zonas extractivas. Entonces, esa plata, ese mineral que se han llevado de acá, ¿a dónde se ha ido?", resume Hugo Sosa, originario del barrio de Ayapoto.

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